Los indígenas Shuar o Jíbaros (que tenían la costumbre de reducir el cráneo de los enemigos muertos en batalla) solían alimentarse de esas aves por lo que son considerados como los primeros exploradores de este sistema subterráneo. En medio de esta faena de buscar entre la cueva tan apreciado alimento, los indios cuentan que se toparon con una serie de sorpresas.
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La más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un origen artificial.
En 1969 un investigador húngaro de nacionalidad argentina, de nombre Juan Moricz, exploró a fondo la caverna, encontrando muchas láminas de oro que contenían incisiones arcaicas parecidas a jeroglíficos, estatuas antiguas de estilo medio oriental y otros numerosos objetos de oro, plata y bronce.
En 1972, el escritor sueco Erik von Daniken difundió en todo el mundo el hallazgo del investigador húngaro. Cuando la noticia del extraño descubrimiento de Moricz se divulgó por el planeta, muchos estudiosos y esotéricos decidieron explorar la caverna en expediciones privadas. Una de las primeras y más arriesgadas expediciones fue la conducida en 1976 por el investigador escocés Stanley Hall, en la cual participó el astronauta estadounidense Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna en 1969. Se narra que el astronauta refirió que los tres días que permaneció en el interior de la gruta fueron incluso más significativos que su legendario viaje a la luna.
Algunos investigadores sostienen que quien verdaderamente descubrió los inmensos tesoros arqueológicos de la Cueva de los Tayos no fue el húngaro Moricz, sino más bien el sacerdote salesiano Carlos Crespi nativo de Milán. Crespi habría indicado a Moricz cómo entrar en la caverna y cómo encontrar el camino correcto en el laberinto sin fondo que se encuentra en sus profundidades.
El sacerdote llegó a la selva amazónica ecuatoriana en 1927 y supo ganarse pronto la confianza de los autóctonos e hizo que le entregaran, en el curso de los decenios, cientos de fabulosos pedazos arqueológicos que se remontan a una época desconocida, muchos de ellos de oro o laminados en oro, por lo general magistralmente tallados con arcaicos jeroglíficos que nadie ha sabido descifrar hasta hoy. A partir de 1960, Crespi obtuvo del Vaticano la autorización de abrir un museo en la ciudad de Cuenca, donde estaba ubicada su misión salesiana.
Pruebas de una Civilización Intraterrestre encontradas
por el Padre Crespi en una expedición A la Cueva de los Tayos.
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En 1962 hubo un incendio y parte de los hallazgos se perdieron para siempre. Crespi estaba convencido de que las láminas y las placas de oro que él encontró y estudió señalaban sin lugar a dudas que el mundo antiguo medio oriental anterior al diluvio universal estaba en contacto con las civilizaciones que se habían desarrollado en el Nuevo Mundo a partir de hace sesenta milenios.
Según el Padre Crespi, los arcaicos signos jeroglíficos grabados quizá con moldes, no eran otra cosa que la lengua madre de la humanidad, idioma que se hablaba antes del diluvio. Esta es parte de una entrevista en un programa de televisión que se le realizó a Rafael Calderón jefe de una de las más recientes expediciones que exploraron este misterioso lugar en La Cueva de Los Tayos en Ecuador.
VIDEO REPORTAJE
www.yurileveratto.com
me parece interezante...
ResponderEliminarLa del sweater azul se parece a la One Two... hasta habla como rambulera, jajaja!!!
ResponderEliminarBueno bueno soy como Santo Tomas, ver para creer.
ResponderEliminarNuestro planeta encierra todavia muchos misterios....ojala y aguante lo suficiente para develar todas las incognitas
ResponderEliminarhttp://tayoscave.wordpress.com/2013/05/01/tayos-2013-invitacion-mundial/
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