Hace más o menos 80 años, en la región de Barrancas de Cobre (México), una adolescente se adentró en una cueva y vio dos esqueletos semienterrados. Cuando los desenterró quedó sorprendida con el cráneo de uno de ellos ya que a simple vista tenía una forma muy extraña.
La muchacha guardó durante toda su vida los dos cráneos, y tras su muerte fueron entregados a un matrimonio estadounidense y estos lo entregaron al investigador y arqueólogo Lloyd Pye, quien trabajó con la inteligencia militar de Estados Unidos.
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La muchacha guardó durante toda su vida los dos cráneos, y tras su muerte fueron entregados a un matrimonio estadounidense y estos lo entregaron al investigador y arqueólogo Lloyd Pye, quien trabajó con la inteligencia militar de Estados Unidos.
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